Desde Colombia para nosotros


Para los Jóvenes de México reunidos en el Cuarto Encuentro Nacional Juvenil Ignaciano desde la experiencia vivida en Colombia.

Si hubiera en México un puñado de muchachos y muchachas decididos a no seguir aceptando que toca vivir en la guerra que mata a cientos de personas cada día sin que nada pase, y se levantara para decir ¡basta ya! , sería posible la paz.


Si este grupo se pusiera al lado al lado de los niños y de las familias destrozadas por la violencia allí donde solo la presencia valiente y tierna rescata la esperanza, sería posible la paz.

Si fueran capaces de escuchar a todos y andar entre todos; para hacer sentir que aquí nadie tiene las manos limpias y nadie es más bueno que los demás pero tampoco peor, que nadie tiene que irse y nadie tiene que morirse a la brava, y que todos son indispensables para reconstruir la nación querida, sería posible la paz.

Si este grupo enseñara a trabajar como iguales, en dignidad y derechos, a campesinos y obreros, a empresarios y políticos, a líderes y ciudadanos. Y si fuera capaz de demostrar a todos, con su vida misma, que todos tienen que cambiar para que todos sean posibles, sería posible la paz.

Si tuvieran el coraje de aguantar las presiones y las amenazas por arriesgarse a los encuentros con los llevados por el odio y la venganza, aunque varios del grupo fueran eliminados en el camino, sería posible la paz.

Si fueran auténticos para exigir justicia ante todo delito de lesa humanidad y no dejaran pasar la impunidad, sería posible la paz.

Si fueran libres de toda ambición política, independientes de la codicia por el prestigio de los académicos, insobornables a propuestas de dinero, capaces de despreciar la fama, sin buscar un lugar en el gobierno, ni un puesto en las empresa, ni una dignidad en la Iglesia. Sin defender instituciones, ni posiciones, ni posesiones; entregados al servicio de una causa que exige la apuesta de la vida, sería posible la paz.

Si este grupo de muchachos y muchachas fuera sabio para ver debajo de las confrontaciones y las armas las dinámicas perversas que llevan a los seres humanos a la desesperación y a la guerra; y si tuvieran el coraje de desenmascarar los intereses violentos, para enrostrarlos, y proponer alternativas socioeconómicas, políticas y culturales, en la construcción colectiva de una sociedad sin excluidos, sería posible la paz.

Si estuvieran dispuestos a aguantar, sin protegerse con el poder ni con las armas, la reacción de todos los intereses amenazados, y estuvieran listo para avanzara a pesar de la incredulidad y la incertidumbre, sería posible la paz.

Si comprendieran que la reconciliación es finalmente un don, y al final de la tarde, cuando termina la jornada, tuvieran el coraje de ponerse de rodillas para dejar que Dios obre cuando ya los hombres y mujeres han hecho lo que estaba en sus manos, sería posible la paz.

Si ustedes, muchachos y muchachas, son capaces de unirse en un propósito más allá de los partidos y de los grupos ilegales, de los militares, de las religiones y de las filosofías. Un grupo sin protagonistas ni mesías. Con el mero coraje de ser hombres y mujeres como reclama México; será posible que empiece a avanzar entre ustedes, con paso sin retorno, la paz humana, frágil, apasionante y fuerte, construida desde los profundo de su pueblo, desde la memoria de sus víctimas, y desde los sentimientos y las ilusiones de todos.

Ustedes son ese grupo, ¡no tengan miedo!

P. Francisco de Roux
Provincial de Colombia