Constructores de paz en un México Violento


Estimados miembros de la Red Juvenil Ignaciana. Les compartimos nuestra experiencia del evento: “Ser constructores de paz en un México violento. El legado de los jesuitas”.

El pasado día de muertos realizamos un recorrido por la Paz el campus del Iteso, la Universidad jesuita de Guadalajara, en el que hicimos memoria de todos los defensores y defensoras de derechos humanos que han dado, y siguen dando sus vidas para que otros tengan Vida. Hicimos homenaje explícito de los jesuitas expulsados hace casi trescientos años. La semana anterior se había llevado a cabo el Foro de Derechos Humanos del Sistema Universitario Jesuita (SUJ), en el que reconocieron la labor de organizaciones como “Indignación” (que se llevó el reconocimiento Tata Vasco) y el “Frente amplio de Sinaloa”.

El inicio del recorrido fue al costado de la cafetería Pedro Arrupe. Allí mi patroncito (equipo de occidente), el padre Salvador Eduardo, dio un breve discurso de bienvenida. Posteriormente encendimos todas las velas. (Nos adelantamos pero valió la pena…). Éramos alrededor de cuarenta personas. Seguimos básicamente la metodología propuesta por el programa que nos mandaron de México. Si acaso quitamos algo de texto de algunas estaciones.

La segunda estación se tuvo que mover de último momento porque hubo una función de cine al aire libre en la Plaza de los Cincuenta años donde iba a ser originalmente. En esta estación recordamos la labor de la Compañía de Jesús a favor de diferentes pueblos indígenas de México. Allí dos voluntarios se ofrecieron para cargar los símbolos previstos por el plan. Uno tomó un cuadro con la foto de un hermano tarahumara y otro la imagen de la Virgen de Guadalupe.

Llegamos a la tercera estación, junto a la estatua de San Ignacio, que está frente a la Biblioteca. Entonces hicimos recuerdo de los jesuitas expulsados. En cada estación había carteles y material de las diferentes obras de le Compañía que trabajan a favor de los derechos humanos. Sobre todo había carteles y posters del sector social, tales como el Centro de Derechos Humanos Miguel Agustín Pro (PRODH), Fomento Cultural y Educativo (Sierra Chiapas, Sierra Veracruz, Radio Voz de los campesinos, etc), La Ciudad de los Niños del Padre Cuellar (Gdl). Por supuesto que también pusimos información de la Red juvenil Ignaciana y de Campamentos.

Yo me sentí muy contento por la participación de la mayoría de los escolares jesuitas de Guadalajara y de algunos miembros de la comunidad universitaria. Nos acompañaron también algunos alumnos, maestros y hasta los papas de uno de mis compañeros ensotanados.

La cuarta estación, fue en el lugar más oscuro de todos, como oscura fue la noche y madrugada del 2 de abril de 1767 en que llegaran los soldados españoles a las comunidades jesuitas para conducirlos al exilio. Es impresionante saber que sólo tres de los 678 que fueron expulsados volvieron a pisar el suelo mexicano cuarenta años después.

Fue conmovedor ver avanzar el contingente, encabezado por dos antorchas, en el que caminaban los jesuitas expulsados con su sotana negra, su breviario y su cruz de votos en las manos. Estoy muy agradecido por la ayuda de estos hermanos que se animaron a ponerse las sotanas. De los ocho que llevaban sotana creo que solo tres eran jesuitas, los demás eran laicos.

Esto me parece un signo de los tiempos. Los laicos son muy importantes para que la Iglesia siga anunciando el Reino de Dios. También estoy agradecido con el padre Miguel Quintanilla quien nos consiguió las sotanas con los religiosos oblatos que fueron quienes nos las prestaron. Fui testigo de las miradas de admiración de los alumnos que se caminaban por los pasillos en el receso para cambio de salón.

Llegamos a la última estación en la que un grupo de universitarios de varias carreras puso un enorme altar de muertos con sus rasgos tradicionales. Allí estaba la foto de Arturo Lavin, hermano itesiano asesinado hace unos meses en Hidalgo mientras realizaba su proyecto de aplicación profesional. Leímos también los nombres de muchas de las víctimas recientes de Juárez, Torreón, Monterrey, etc. Lo que más me conmovió fue escuchar las edades de la mayoría. 13, 15, 16 años.

Siento que fue una muy buena experiencia y quiero agradecer el apoyo de Resu, Cristina, Caro, Dany, Jaime y Carlos del Centro Universitario Ignaciano (CUI), fundamental en la planeación y organización del evento. Caro y Dany nos ayudaron muchísimo como diseñadoras para los carteles y unas postales. Alex Rodríguez se la rifó ayudándome a montar las estaciones. Les damos las gracias a todos los del CUI por sus sugerencias, retroalimentación y apoyo en general.

Eduardo Anaya SJ