Las respuestas gubernamentales a la situación de violencia que vive nuestro país se han quedado en acciones policíacas y punitivas, como el patrullaje e instalación de retenes por parte del ejército, incremento de armamento en los cuerpos de seguridad, búsqueda y aprehensión de algunos narcotraficantes, o acuerdos gubernamentales para depurar a los cuerpos policíacos. Se reduce la visión de la violencia en el país al mundo del narcotráfico y el llamado "crimen organizado".
Existen diferentes reacciones sociales ante la violencia, la gran mayoría decide tomar medidas de protección y prevención, evitar lugares señalados de violentos, no denunciando los delitos que les fueron cometidos. Otros se manifiestan públicamente pidiendo propuestas que integren el combate a la corrupción, evitando que ingrese dinero proveniente del narcotráfico a los partidos políticos y algunas voces que piden más políticas de seguridad social. Ahora vemos un sector juvenil que manifiesta su deseo de una renovación de la política que nos conduzca a una verdadera paz social.
Falta una reflexión sobre las causas de la violencia y una visión histórica sobre su origen. Es necesario explorar horizontes para entender por qué se perdieron los códigos de convivencia que por muchas décadas sirvieron a la sociedad mexicana para mantener la paz social. Si no se comprenden las causas de la violencia desde una visión más amplia no se podrán impulsar los cambios estructurales que necesita el país.
Al tener una comprensión más integral de las causas de la violencia en México, enmarcada en una crisis mundial expresada de diferentes maneras en cada región del planeta, se podrá entender cómo el deterioro del tejido social ha favorecido el auge de la violencia y lo importante de recuperar el sentido de los mecanismos de integración social para fortalecerlos con acuerdos entre diferentes actores y autoridades locales.
Por mecanismos de integración social entendemos todos aquellos espacios, símbolos o prácticas que construyen vínculos familiares y comunitarios con valores de respeto, inclusión y solidaridad. Por ejemplo: plazas públicas, parques, teatro, peregrinaciones, navidad, carnaval, feria, fiestas patronales, mercado, escuela, grupos de iglesia, scout, comedores, entre otros.
El tejido social se fortalece por medio del restablecimiento de las relaciones familiares o vecinales, con símbolos que ayuden a mirar más allá de la propia satisfacción al rehacer una relación, y tengan un referente ético para medir mis actitudes hacia los otros. Esto lo encontramos con mayor fuerza en los símbolos religiosos. El cristianismo es un baluarte de símbolos para crear tejido social en nuestra sociedad, sobretodo para incluir a quienes se han marginado o despreciado socialmente.
En estos encuentros regionales se buscarán las formas de integrar la política, la espiritualidad y la comunidad. Una muestra de que los jóvenes buscan nuevas maneras de hacer política en México que integre el sentido de trascendencia y el sentido comunitario. Estos jóvenes católicos formados en la espiritualidad ignaciana pretenden darle espíritu a la política integrando su fe y su compasión por las víctimas de la corrupción. Hoy cuando el país vive una irrupción de la juventud necesitamos afinar nuestros oídos para escuchar lo que de Espíritu hay en sus demandas.
P. Jorge Atilano González Candia sj
www.redjuvenilignaciana.org