ENJUVI 2011. Misión Esperanza.


Estuve en el Enjuvi 2007. Entonces estaba conociendo a la Compañía de Jesús y me tocó platicar con los prenovicios que vivían y trabajaban en proyectos jesuitas ubicados diferentes Estados del país. Algunos prenovicios estaban con pueblos originarios (tarahumaras, tseltales, tzotziles) otros en parroquias urbanas o rurales; otros más colaboraban en Centros de Derechos Humanos (Centro PRODH- D.F, CODEHUTAB - Tabasco, Juan Gerardi- Torreón) y también había dos o tres apoyando en Colegios o Universidades jesuitas.

Ahora, como escolar jesuita (estudiante de filosofía y ciencias sociales) y parte del equipo de la Red Juvenil Ignaciana, me siento muy contento de poder colaborar en la organización del ENJUVI 2011 con el tema Misión Esperanza – Proyecto Reconciliación. El equipo de voluntarios de las CUIS (Comunidades Universitarias para el Servicio) de Iteso ha estado haciendo un trabajo imprescindible para el Encuentro. Sus ganas, su creatividad, su sinceridad me han motivado para colaborar juntos como el equipo de logística siendo el Iteso la sede de nuestro encuentro.

En el último encuentro nacional de la Red Juvenil Ignaciana, celebrado en Puebla en 2009, nos planteamos reflexiones sobre qué significa ser cristiano en nuestro tiempo. Ahora, el encuentro nacional de los grupos articulados a la red juvenil ignaciana promete generar una reflexión profunda sobre nuestro contexto social, económico y político. Estoy seguro de que los grupos de la red y todos los jóvenes participantes van a intercambiar experiencias, frutos de esperanza, fracasos, penas y alegrías…

Estos casi cuatro años que llevo en la Compañía de Jesús me han permitido acercarme a realidades que me han sacudido y que me han renovado. La realidad de la pobreza me ha confrontado mediante rostros concretos que me han movido a compasión.

No podemos negar que la injusticia y la violencia han ido ganando terreno en nuestras ciudades. La aparición de “narcofosas”, las balaceras afuera de las escuelas, el incremento en el índice de secuestros, la presencia de retenes militares (o pseudomilitares) en nuestras carreteras, la criminalización de la solidaridad hacia los migrantes, como acaba de suceder éste 13 de junio en Saltillo cuando un grupo de hombres armados hostigaron a Klaus Einhorn de la Casa del Migrante de Saltillo[1]; son sólo algunos signos de que nuestra sociedad experimenta una profunda descomposición.

En este Enjuvi podemos hacernos algunas preguntas como: ¿Qué podemos hacer los jóvenes en general, y los universitarios en particular, para contrarrestar la violencia que lastima a nuestro país?; ¿Cuáles son las claves de comprensión del fenómeno denominado “Guerra contra el narco”?; ¿Qué o quienes impulsan las políticas que fomentan el uso de la fuerza como el remedio para conseguir la paz social?; ¿Qué tipo de medidas podría tomar el Estado para afrontar de mejor manera los retos que le plantea el crimen organizado?; ¿Qué tanto influyen los medios de comunicación en la cultura de violencia actual, en la discriminación de los que son diferentes a nosotros?; ¿Qué tiene que ver nuestro sistema educativo nacional con la crisis actual?; ¿De qué manera se sustenta la cultura individualista predominante?; ¿Cómo podemos reaccionar para recuperar las calles y otros espacios sociales? ¿Qué relación tienen la paz o la violencia con la ecología?, etcétera.

El otro día, mientras esperaba que me abrieran la puerta en una casa, me tocó ver a un niño del barrio de 5 años, que amenazaba con violencia a su hermanito de unos 2 años. Estaban justo en la banqueta de enfrente. El mayor hacía los típicos gestos de los héroes de la lucha libre gringa y gritaba ofensas al menor. Después lo cargó, le dio una vuelta y lo acostó en el suelo, como si lo hubiera lanzado. Yo no sabía qué hacer. Pensaba ¿en dónde están los papás de éstos niños?. ¿Y si le digo al niño mayor que no moleste a su hermanito y sale alguien de la casa para reclamarme? Sentí impotencia, me paralicé. Afortunadamente dentro del guión del hermano mayor no estaba el lastimar de verdad a su hermanito, sino sólo darle un buen susto. La cara del niñito era de temor, desconcierto y angustia. Pero el mayor no se inmutaba y seguía con sus afrentas mientras con sus manos imitaba a los luchadores vistos en la tv.

Me pregunto: ¿Qué tanto los contenidos de la televisión, el cine, la prensa, han promovido el incremento en la violencia al interior de nuestras familias y comunidades? ¿Podremos los jóvenes (de secundaria, de prepa, los universitarios y profesionistas) propiciar la transformación para hacer más habitable nuestro México? ¿Cuál es la manera cristiana de responder a éstas realidades que nos desbordan?

Eduardo Anaya Sanromán, SJ

Red Juvenil Ignaciana

FE – JUSTICIA