Pacto de Dios y los hombres

Una inundación es la ocupación por parte del agua de zonas que habitualmente están libres de ésta, bien por desbordamiento de ríos y ramblas, por subida de las mareas por encima del nivel habitual o por avalanchas causadas por maremotos.
Y el SEÑOR percibió el aroma agradable, y dijo el SEÑOR para sí: Nunca más volveré a maldecir la tierra por causa del hombre, porque la intención del corazón del hombre es mala desde su juventud; nunca más volveré a destruir todo ser viviente como lo he hecho.
   
    Mientras la tierra permanezca,
         la siembra y la siega,
         el frío y el calor,
         el verano y el invierno,
         el día y la noche,
         nunca cesarán. (Gen 8, 21-22)
 De nueva cuenta nuestra comunidades sufren las consecuencias de la inundaciones. Y de nuevo nos surgen las preguntas dirigidas a Dios. ¿Por qué señor? ¿Qué hicimos de nuevo los pobres? ¿Qué fue lo que no entendimos y olvidamos?
Hoy creo que la pregunta no es para Dios. Es para nosotros. Que hemos hecho con la herencia, con la tierra. Quienes no hemos cumplido hemos sido nosotros. Él ha puesto la herramientas, los bienes, los dones. Somos nosotros los responsables  de la tierra, de procurar la siembra y su cuidado. Somos como las esposas que deben esperar despiertas y con la lampara encendida al esposo.
El agua nos agarro dormidos... de nuevo creimos que no pasaría, que estariamos salvos. Les creimos porque pensamos que nos ayudarian, por no comprometernos, porque era más facil.
Ahora nos toca a nosotros cumplir la promesa, estar despiertos, cuidar nuestra tierra, poner en la ofrenda el corazon y el servicio COM-PRO-METERNOS.  Hacer posible la solución.
Hacer del agua destructiva al agua que genera organización comunitaria comunidad en torno al que da AGUA VIVA.