"Si pudieras vaciarte por completo de tu yo, como una caparazón vacía, entonces Él podría hallarte en el fondo del océano y decir: “Esto no está muerto”. Y llenarte en cambio de Él, pero tú estás repleto de ti mismo y tienes una actividad tan astuta que cuando Él viene, dice: “Esto ahora se basta a sí mismo” “Mejor abandonarlo; es tan pequeño y está tan lleno que no hay lugar para Mi”.
Autoconocimiento:
Cuanto más descubre una persona su manera de ser, más siente la necesidad de Dios, y más se manifiesta Dios a esta alma. Cuanto menos se conozca a sí misma una persona, más compleja será. Una mente en la que jamás ha penetrado el autoanálisis tiene mil preocupaciones y motivos inconexos. El carácter crece a pasos agigantados luego de que uno ha averiguado sus mayores egoísmos y ha expulsado los disfraces e la personalidad superficial. Observar las faltas de los demás eleva nuestro ego; en la medida en que minimizamos el ego y enfrentamos nuestras faltas predominantes, el prójimo, que antes nos parecía odioso, toma un nuevo cariz digno de ser amado. Al perder nuestro orgullo y nuestra vanidad, ganamos un mundo de amigos.
Una corriente que se divide en muchos canales tiene poca profundidad. Únicamente quien carece de un propósito de vida se cansa y se aburre. Es el desperdicio de las energías de la vida a través de amores minúsculos lo que destruye el carácter.
La autodisciplina nos ayuda a profundizar el canal de nuestras vidas. “Cuánto más se adhiere el corazón del hombre a una sola cosa más se aleja de otras” Sto. Tomás de Aquino.
La autodisciplina no está motivada por el odio al mundo, a la sociedad o al bien común de la humanidad. No es indiferente al mundo, como solía serlo el ascetismo de los estoicos, ni apunta a la extinción de la personalidad, como el ascetismo hindú. Su propósito es más bien la salvación del mundo a través de la salvación de las almas, el mejoramiento del mundo a través de la regeneración de los corazones.
Libertad no es sinónimo de hacer lo que nos plazca, sino lo que debemos. Cuanto más se sacude el ego las cadenas que lo atan a las cosas exteriores, más libre está para ser como realmente es, para ser su yo. La autodisciplina no es un fin en si mismo, sino un medio para un fin. Aquellos que hacen de la autodisciplina la esencia de la religión rechazan a algunas de las creaturas de Dios como malvadas, y por lo general, se vuelven orgullosos. San Pablo nos dice que la filantropía, el sacrificio, las limosnas y hasta el martirio, si se llevan a cabo por cualquier razón que no sea el amor de Dios, no merecen una recompensa eterna. (1 Co 13,3)
Puesto que es a través de los sentidos que entran las ideas a la mente, se desprende de ello que nuestro estado mental es el resultado de nuestras propias elecciones con respecto a lo que permitimos que entre en ella. Toda impresión prepara para una expresión. “Pero yo les digo: El que mira a una mujer deseándola, ya cometió adulterio con ella en su corazón” (Mt 5,28)
También los sentidos internos pueden perturbarnos. La imaginación y la memoria necesitan deshacerse de sus malos hábitos. De la ensoñación que lleva a la pereza, del entretener imágenes, que llevadas a la acción, serían pecaminosas o traer a la memoria el mal que nos hiciera el prójimo; si logramos eliminar todo esto, estaremos preparados para que asome nuestra personalidad. Si no domesticamos nuestros pensamientos, ellos asfixiarán nuestra verdadera personalidad. Hay algunos que piensan que han “vivido” porque probaron la escoria de la vida. Lo contrario es verdadero; los inocentes, que han mantenido la memoria del pasado libre de todo mal y a su imaginación libre de temores, son quienes, en realidad, viven.
La inocencia es plena y la experiencia, vacía.
La inocencia gana y la experiencia, pierde.
La inocencia es joven y la experiencia, anciana.
La inocencia crece y la experiencia, decrece.
La inocencia nace y la experiencia, muere,
la inocencia sabe y la experiencia, ignora.
Es el niño el que es pleno y el hombre el que está vacío,
Vacío como una calabaza vacía y como un tonel vacío.
Ahora niños, vayan al colegio.
Ustedes, hombres, al colegio de la vida.
Vayan y aprendan cómo desaprender.
Charles Péguy
“El conocimiento debe usarse para erigir la estructura del Amor” San Agustín.
A menos de que la mente vigile de cerca lo que entra en ella, no pasará mucho antes de que la mezcolanza de información periodística tome forma de absoluto, y se considerará un gran pensador sin haber leído siquiera a los grandes pensadores de nuestra civilización. Las falsas ideas pronto pasarán a la acción, porque lo que el hombre piensa, establece una diferencia.
Las películas, los periódicos, la propaganda y la radio hacen llover sobre nuestro intelecto ideas confusas y contradictorias, que producirán vidas confusas a menos que el intelecto, a la luz de la fe, deje fuera muchas de ellas. Cualquiera que haya vivido sin periódicos o radio por treinta días ha experimentado la paz de no tener que leer las noticias sobre discordias, peleas, guerras, asesinatos y divorcios. Un pequeño esfuerzo para formar gustos de lectura sanos convencerá a la mente de que está hecha para conocer la Verdad, como el ojo está hecho para ver la luz, y que lo fundamental de la Verdad es la Caridad.
“Están quienes desean saber con el sólo propósito de saber más, y eso es curiosidad; algunos sólo para saber, y eso es vanidad; algunos para vender su saber, y esto es un lucro vil; algunos para que les sirva de ejemplo, y eso es prudencia; algunos para dar ejemplo, y esto es caridad”.
San Bernardo.
“Los hombres deben tener placeres. Si no quieren tener los placeres del espíritu, entonces degenerarán hacia los placeres de la carne” Santo Tomás
Los ególatras encuentran muy difícil cambiar, porque el ególatra se niega a postergar la satisfacción. Sobrealimentado, con doble papada, y acicalado de más, se niega a aceptar los pocos momentos de dolor que trae el autocontrol, y pierde así, la felicidad en esta vida y la vida eterna del más allá. Una vida de desapego, vista desde afuera, parece una muerte viviente, pero una vez comenzada se la ve como una vida muriente, porque cada nueva muerte de un egoísmo, como la semilla que cae en tierra, produce una vida correspondiente.
No existen atajos para la espiritualidad; el dolor y la purificación van de la mano, ya que el pecado no se abandona fácilmente. Todas las almas tienen los medios para lograr la felicidad; estos medios son la agonía, el sufrimiento, el tedio y el aburrimiento actual de sus corazones. Más, al igual que un niño frente a una vidriera, con una moneda en la mano y la visión electrizante de los dulces que hay adentro, pueden perder el placer de los dulces, al negarse a abandonar la sucia moneda. La moneda equivale a la obstinación, la egolatría y el egoísmo. El dulce es la paz, el amor, la felicidad.