Siguiendo la pedagogía ignaciana, el contexto que acompaña esta propuesta de Ejercicios Espirituales es la realidad de la juventud del tercer milenio. Describimos algunos elementos que nos pueden ayudar a comprender el momento actual que vive nuestra juventud.
Las políticas internacionales hacia América Latina están favoreciendo una nueva generación: los jóvenes de la soledad. El proceso de desintegración social, ocasionado por las dinámicas de exclusión impuestas por los grupos hegemónicos, está acabando con los espacios de fraternidad. Los jóvenes del nuevo milenio se sienten insatisfechos con las ofertas que les hace su sociedad y, quienes viven con mayor fuerza la exclusión, están creando sus maneras de recuperar una Fraternidad Perdida.
Ante el caos mundial, las crisis sociales que vive la humanidad, el joven no se queda paralizado, no está en actitud de espera de un mundo mejor, de una oferta atractiva, sino que el joven está en movimiento: construyendo y destruyendo identidades colectivas. Las pandillas, el graffiti, la música, las tocadas, los círculos de amigos, los colectivos, son para el joven una alternativa de vida ante el anonimato y la marginación que vive en la ciudad; en ellas encuentra la posibilidad de construir su grupo de referencia, donde tener un reconocimiento social y sentirse acompañado, ganar un protagonismo en su colonia y encontrar un sentido de la vida.
La misma realidad multicultural del joven hace que exista una pluralidad de búsquedas de sentido de la vida, el joven busca razones para existir, nuevas formas de hacer una fundamentar la vida. Las opciones que encuentra el joven no siempre le hacen sentir bien y, muchas veces, sus búsquedas se convierten en una ansiedad por llenar un vacío.
En el joven hay un mayor gusto por lo simbólico que por lo discursivo, quizás efecto del desgaste de ciertos usos de la palabra que ha hecho la modernidad. La expresión artística, como es la pintura, la danza o el teatro, se convierte en la vía para expresar un sentido de la vida, como una manera de crear y hacer frente a la monotonía. También la música se convierte en el espacio donde brincar y sacar todas sus “impresiones”. Lo simbólico se convierte en un aliado fiel para una juventud que está inconforme con las propuestas que le hace su sociedad para “ser feliz”. Al no poder acceder a los productos ofrecidos para “ser alguien” en este mundo, opta por construir sus propias maneras de construir un espacio en la sociedad desde la marginalidad.
La vida acelerada de la ciudad hace que el joven tenga un exceso de impresiones (relación con la familia, los amigos, la escuela, los vecinos, las escenas que se encuentra en el metro, las noticias, los pleitos con la novia, el novio, etc.) que necesita asimilar y comprender, sobretodo las impresiones que le hacen sentir mal. Sin embargo hay un desequilibrio entre el exceso de impresiones y el mínimo de espacios que tiene para compartir sus vivencias donde pueda comprender lo que sucede en su existencia (plática con sus padres, amigos, etc.). Este desequilibrio hace que el joven fácilmente llegue a la depresión y la soledad.
Aparentemente el joven de la ciudad tiene mayores oportunidades para realizarse como persona, pero la gran paradoja del joven citadino es que, viviendo entra grandes multitudes, se siente solo. Un sentimiento que se acelera por toda la desintegración familiar. El joven de la ciudad tiene una mayor necesidad de tener espacios de referencia donde pueda externar su vivencia, sentirse escuchado, comprender lo que está viviendo y verse como parte de una colectividad, todo esto es la búsqueda por sentirse realmente bien.
Las escenas de dinámicas de muerte dentro de la juventud se convierten en gritos de auxilio para toda la humanidad. Son gemidos de la creación que se resiste a vivir en la desesperanza. La soledad persigue al mundo del mercado. La violencia crece en el mundo entero. Hay más pobreza, más desempleo, más inconformidad por la sociedad que están creando los intereses económicos mundiales. El joven necesita recuperar su lugar en la sociedad y con ello abrirse caminos hacia la felicidad. Necesita aprender a caminar entre la soledad y el mercado para llegar a las metas que quiere para su vida.