EL REINO DE DIOS Y SU JUSTICIA


      ¿Por qué los cristianos separamos a Dios de la Justicia?
      ¿Por qué las Bienaventuranzas de Jesús nos hablan del reino de Dios y su justicia?
      El día que celebramos a todos los santos y en la misa de difuntos el Evangelio proclama las Bienaventuranzas como la puerta de entrada en el reino.
      Para la Biblia, el mundo está asentado en un orden, establecido por Dios. A este orden  le llama «la justicia» divina. En ella se funda la vida humana y el estado de bienestar (Shalom , que significa paz) del grupo humano y del medio ambiente en el que éste habita. La «justicia» señala el orden de creación y salvación, cuya fuente es la Bondad de Dios, y en el que florece y fructifica la vida y la paz de la comunidad humana en todos sus aspectos, es decir, en lo social, lo político, el culto, su entorno con los animales y con la tierra que cultiva y habita.
La acción y la vida de Jesús  estuvieron centradas en el Reino de Dios y su justicia. El reino era la acción misma de Dios, pues el reino es de Dios. Pero, al mismo tiempo, el reino era el orden de salvación, el «mundo nuevo», que esta acción hacía presente, liberándola de todo mal. “Pasó haciendo el bien, liberando a todos los que estaban sometidos a la opresión del mal, porque Dios estaba con Él”  (Hechos 10, 38)
Hoy, por contraste podemos indicar los signos del reino de Dios: frente a una globalización excluyente de las identidades, de lo que somos y podemos, el evangelio nos propone una humanidad en que a nadie se le excluya de los bienes de la creación y de la vida en sociedad, en lo económico, lo político, lo religioso, sino en que todos convivamos y participemos de lo necesario para la alimentación, el trabajo, el salario, el medio ambiente, los derechos humanos, la ecología, la educación, la salud…
¿Será que para los cristianos todos estos aspectos han sido excluidos de nuestro interés y de la espiritualidad que nos anima?
Para Jesús no.