El objeto de la esperanza de los cristianos es el reinado de Dios, que se hace presente en los acontecimientos actuales.
En nuestra situación actual de Tabasco se juega mucho con nuestros deseos y este juego no alienta la esperanza, porque el reino de Dios no es el objeto de nuestros deseos.
Si ponemos todo nuestro esfuerzo en satisfacer nuestros deseos más elementales fácilmente somos presa de la manipulación y de la dominación. Pues nuestros deseos son como la lombriz del anzuelo, que hemos estado acostumbrados a morder esperando todo de que las autoridades nos satisfagan los deseos de tener lo básico, el alimento (despensas), vivienda (casas), transporte (bicicletas)…
Cuando no podemos satisfacer nuestros deseos de tener algo para comer o beber, cuando sufrimos las consecuencias de los desastres y hemos perdido todo o casi todo, cuando no tenemos acceso a lo básico para la salud… Cuando lo hemos perdido todo, sabemos que la sociedad no tendrá compasión de nosotros, a no ser que se nos dé lo que se pueda, aun eso sirva para acallar la conciencia del que da y del que recibe.
En estas situaciones de desastre más que esperanza tendemos a la desesperanza y nos acogemos como niños a lo que podamos recibir proclamado a los cuatro vientos como una gran acción, que nos infantiliza. Otras veces huimos a refugiarnos al alcohol y las drogas y quién sabe si hasta al suicidio.
Jesús no se olvida de nuestros deseos, pero no nos manipula, propone que el objeto de nuestra esperanza y de toda búsqueda sea primero el reino de Dios, y todo lo demás se nos dará por añadidura. Esperanza y deseos no son, lo mismo.
Buscar el reino e Dios nos hace libres de nuestros deseos y de la dominación manipuladora. Porque la esperanza nace cuando, ante la desesperación, aprendemos a actuar. “Dicen que somos incultos, que somos ignorantes, que primero debemos salvar la vida que no los bienes materiales”. Ante amenazas de que estamos en zona de riesgo y a reubicaciones sin participación ni organización, la esperanza sale cuando tomamos nuestra palabra y vamos y hablamos ante las autoridades para que nos escuchen, para que nos den información y no amenazas. Entonces nos damos cuenta que somos capaces de algo. Quien habla y actúa levanta la cabeza con dignidad, descubre que vale y que recupera la confianza en sí mismo, se hace solidario con los que sufren y recupera la alegría.
Hemos experimentado que, sobre todo, las mujeres anuncian la posibilidad de un vida distinta, en la que en verdad todos y todas seamos iguales, en la que tengamos lo suficiente compartido. Han tenido la valentía de dar la cara en la defensa de los derechos de todos y todas.
Jesús quiere que recuperemos nuestra dignidad, que seamos reconocidos por los demás, que seamos tratados con respeto y que podamos relacionarnos con todos sin ser humillados. Ha proclamado y quiere seguir proclamando que “los pobres son dichosos, porque de ellos es el reino de los cielos”.
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